jueves, 28 de febrero de 2019

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1928-2014)


Nació en la ciudad de Aracataca (Colombia), pero morirá en México en 2014.
El autor revela desde su primeros relatos (La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora) algunas características de su obra posterior: una gran capacidad narrativa, la mezcla de real e imaginario y la fusión del mito y la historia. Ambientes, personajes, temas y técnicas de estos libros iniciales se reiteran en su primera novela extensa con la que alcanza la fama internacional: Cien años de soledad. Como indica su título, gira en torno a dos temas: el tiempo y la soledad. El tiempo aparece de dos modos opuestos: un tiempo circular en que los hechos parecen repetirse sin fin, y el tiempo histórico, cronológicamente lineal, a través del cual se pasa desde el prehistórico "Macondo" (lugar de la novela) a los posteriores "Macondos": el feudal, el de la colonización española, el de la lucha por la independencia, el del desarrollo industrial, el de la invasión de las multinacionales... Se dice por ello que "Macondo" es América Latina en pequeño. Por otra parte, la soledad es una característica de los personajes de la novela, fruto de la incomunicación y la ausencia de amor. García Márquez ha publicado después otras novelas importantes: El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera. También cuenta con una colección de cuentos publicados en diversos volúmenes.


[...] A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios.
Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la ella, estaba transparentada por una palidez intensa.
-¿Te sientes mal? -le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.
-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria [...]
Cien años de soledad.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ